El Bicentenario de la Independencia Argentina es una fecha relevante de nuestra historia. Por ello, los profesores de historia del colegio Enrique Timmerman, Verónica Guiñazú y Viviana Quiroga elaboraron un texto que hace un recorrido por momentos clave pasando por hitos como los 50, 100 y 150 años desde que los congresistas de Tucumán firmaron las bases para la construcción del país.
Un 9 de julio con historia
El himno nacional argentino, nos dice: “…Oíd mortales el grito sagrado: ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad! ...” De aquella epopeya realizada en Tucumán un 9 de julio, este año conmemoraremos sus 200 aniversarios. ¡Cuántos años han pasado! ¡Cuánta historia ha vivido nuestro país! ¿Hacemos un repaso?
El proceso revolucionario abierto en mayo de 1810 vivía uno de sus momentos más difíciles, el absolutismo triunfaba en Europa y la reacción española se imponía desde México hasta Chile. Solo en el Río de la Plata se mantenía un gobierno americano.
Frente a la inminente invasión española para recuperar sus colonias, se tomaron medidas que abrirían el tan ansiado proceso de la independencia en América. Se convoca entonces, a un Congreso General a reunirse en San Miguel de Tucumán, debiendo las provincias elegir sus diputados.
Gobernaba Cuyo el General José de San Martín, ocupado en preparar el ejército que marcharía a liberar Chile. Los representantes de Mendoza, Juan Agustín Maza y Tomás Godoy Cruz fueron los primeros en llegar, con el entusiasmo y el firme propósito de impulsar la declaración de la independencia, en consonancia con los deseos del General San Martín.
El ideal de independencia había triunfado y todos los congresales apoyaron su declaración. A partir de aquí comienza la construcción de nuestro país, una construcción que ha sido colectiva y permanente.
El 9 de julio de 1866, 50 años después, la Argentina comenzaba a vivir una nueva etapa. Mitre, el general presidente, comenzaba un proceso histórico, con una tarea por delante que tenía por fin edificar los cimientos políticos, culturales, sociales y económicos del nuevo país. El país de Mitre era un país que se había unificado luego de más de 30 años de guerra entre hermanos, unitarios vs federales, Confederación vs Buenos Aires, con una constitución recién redactada y un código civil que se estaba escribiendo (fue aprobado en 1869) y que tendría una vigencia de casi 150 años.
Era un país con grandes pampas, con pequeñas ciudades, en donde solo Buenos Aires presentaba un aire moderno. Argentina era un país que carecía de una política educativa, que no tenía sus límites exteriores definidos, que no estaba poblado, con una economía atrasada. Estas eran las tareas que tenían por delante hombres como Mitre, Sarmiento y Avellaneda.
Distinto fue nuestro primer centenario de vida libre. Un país pujante, con índices de crecimiento solo superados en América por Estados Unidos, con grandes ciudades como Rosario, Santa Fe y Córdoba. Argentina tenía una población que no paraba de crecer producto de una gran inmigración, principalmente de españoles e italianos pero también de turcos, alemanes, franceses, húngaros y un largo etc. Sin embargo esta población tenía sus contrates entre una oligarquía rica, dueña del país y un sector marginado a la pobreza.
Una Argentina que había elegido por primera vez en elecciones libres a un presidente que cambiaría la política y le daría participación a esa masa que estaba ignorada. La Argentina de 1916 era un país que volvía a mirar su historia hispánica producto de la generación de 1910, que comenzaba a producir tímidamente sus productos industriales y que era considerado el “granero del mundo”. Una Argentina que se erguía como neutral en el primer conflicto de alcance global: “estaba con todas las naciones del mundo y contra nadie” eran las palabras de Yrigoyen.
Era una Argentina que contaba con una de las políticas educativas de avanzada y que además en 1918 provocaría un cambio radical en la Universidad con la conocida “Reforma Universitaria”. Era una Argentina que miraba al mundo y que tenía una extensión de vías férreas que permitía trasladarse a cualquier punto del país. Una Argentina que tenía tantos automóviles como Francia o Alemania.
El aniversario 150 de la declaración de la independencia se conmemoraba con un nuevo quiebre institucional. El 28 de junio de 1966, el general Onganía llegaba al poder destituyendo al radical Arturo Illia, que había asumido la primera magistratura con tan solo el 25% de los votos , con un partido justicialista proscripto y con su jefe, Juan Domingo Perón exiliado en España. La Argentina había comenzado a vivir tiempos turbulentos.
El odio entre argentinos nuevamente se mostraba tan cruel como en el siglo XIX. Toda Latinoamérica estaba envuelta en un enfrentamiento entre dos formas de pensar irreconciliables y que veían en la lucha armada la única manera de resolver la situación. El título de la obra de Daniel James sintetiza este periodo: “violencia, proscripción y autoritarismo”.
Más allá de esto Argentina había logrado el año anterior (1965) que la Organización de Naciones Unidades colocara a las islas Malvinas con el status de colonia y por tanto le pedía al Reino Unido que entablara negociaciones con Argentina. El mundo futbolero se aprestaba a vivir un nuevo sueño mundialista. Argentina había viajado a Inglaterra con una de las selecciones más rutilantes de todos los tiempos, la integraban entre otros: Roma, Perfumo, Marzonli, Ratín, Pastorizi y Onega.
Tuvimos épocas de oscuridad y desesperanza al golpearnos el autoritarismo guiado por el terrorismo de estado, pero no pudieron, no pudieron con nuestras ideas, con nuestra historia de eterna lucha por construir un país con lugar para todos y cada uno.
Hoy doscientos años después Argentina ha recuperado la democracia. En el pasado quedaron los golpes de Estado y Argentina viene eligiendo democráticamente sus presidentes. El enfrentamiento armado también es cosa del pasado, más aún no logramos convertirnos en un país unido. Las diferencias son notables, existe un país rico y uno pobre, existe un país centralizado y un país marginal. Pero también existe fuerza por superar estas ambivalencias con hombres y mujeres que apuestan todos los días por una Argentina mejor.
Nada se construye sin memoria y es por eso que sin olvidar cada paso dado, cada error y cada acierto, apoyados en las experiencias vividas, vamos a poder apostar a una sociedad más justa pero fundamentalmente y por sobre todas las cosas, a una sociedad más solidaria y tolerante.
“….oh juremos con gloria morir!!!”