La vida después del fútbol: una carrera intensa, pero corta, es uno de los dilemas más comunes con los que se encuentran quienes jugaron al fútbol profesionalmente. Muchos deciden continuar como directores técnicos y hay otros que prefieren cambiar totalmente de ámbito, pero lo que a todos les sucede es que les cuesta acostumbrarse a la nueva rutina.
Héctor Chango Díaz tiene 73 años y durante casi dos décadas fue futbolista. Es tucumano de nacimiento, pero a los 18 años llegó a Mendoza para jugar en Independiente Rivadavia y más allá de algún paso por San Juan, nunca más abandonó la provincia.
El Chango, como lo conocen y reconocen aún hoy en la calle, dejó el fútbol cuando tenía 35 años y de inmediato entró en depresión. "Fui al médico y lo que me dijo es que yo tenía que seguir vinculado al deporte, pero yo no quería seguir cerca del fútbol, por eso empecé a correr maratones", recordó.
Seis meses después del retiro comenzó a entrenar y durante los últimos casi 40 años nunca dejó de correr.
En su casa del barrio Fuchs, de Godoy Cruz, se puede ver en la vitrina más de 800 trofeos y medallas, algunas vinculadas al fútbol, pero la gran mayoría a las maratones.
"A mí me gustaba correr las de 42 kilómetros porque yo tenía la ventaja de que tenía mucha resistencia, entonces cuando el resto se empezaba a cansar, yo seguía con mi ritmo", relató el Chango.
Al día de hoy, Héctor entrena dos veces por semana con un grupo de la municipalidad de Godoy Cruz, a la que representa cuando corre, y cada vez que se presenta una nueva maratón, no duda en ponerse las zapatillas y correr.
"Todos los años me hago los chequeos y los médicos me dicen que estoy impecable físicamente, que puedo seguir corriendo mientras me den las piernas. Lo único que me pidieron es que baje la cantidad de kilómetros, por lo que ahora me presento en las de 10", explicó.
Una vida ligada al CUC
El Colegio Universitario Central (CUC) es uno de los establecimientos educativos con más historia de la provincia y dentro de esa rica tradición está el Chango Díaz, ya que durante más de 40 años fue celador.
"Cuando empecé a trabajar ahí era jugador de fúbtol y nadie sabía. Un día, jugando en la cancha de Andes Talleres, unos chicos me reconocieron y desde ahí me iban a ver. Yo jugaba y trabajaba porque en esa época cobrábamos sólo si ganábamos los partidos y no alcanzaba para vivir", recordó.
Héctor asegura que cada vez que sale a entrenar por la ciclovía de Godoy Cruz decenas de personas lo saludan, aunque él reconoce tener mala memoria y muchas veces no sabe quiénes son.
"Por respeto yo los saludo, pero imaginate todos los chicos que pasaron por ese colegio, algunos que son políticos o médicos reconocidos ahora y me llena de orgullo, pero muchas veces no me acuerdo quiénes son", reconoció.
El archivo en su casa
Una enorme vitrina en el comedor de la casa y un anexo un poco más pequeño en otro sector del hogar, cobijan los trofeos y las medallas que a lo largo de su vida fue ganando Héctor.
Además, en grandes carpetas, tiene guardadas fotos de momentos importantes y un archivo de las notas periodísticas en las que hacían mención a sus triunfos en las maratones.
"Cuando me retire, que no sé cuándo será, tengo pensado donar todos mis trofeos a una escuela de Lavalle a modo de agradecimiento", cerró el Chango.