Juan Ignacio Amado Aranda tiene una historia que, como se dice en el ámbito doméstico, podrá contarles a sus nietos. Es que tuvo la oportunidad de conocer al presidente de Estados Unidos, Barak Obama, quien estuvo de visita en el país durante la semana pasada.
El chico, egresado en 2013, abanderado y cacique dice que pudo hacerle dos preguntas y que la reunión fue distendida y cálida.
Esta es la historia, contada en primera persona, de su experiencia.
De cómo un cucquero conoció al presidente de los EEUU
Fue el día miércoles 23 de marzo. La ciudad estaba revolucionada por la venida del Presidente de los EEUU, algo así como cuando es semana de campaña y todos están preparando los últimos detalles para el cierre. Yo, por mi parte, me encontraba ansioso de conocer al hombre que algunos llaman “el más poderoso del mundo”.
Había conseguido esta oportunidad gracias a mi casa de estudios, la Universidad de San Andrés, a la cual pude acceder por haber sido abanderado del CUC. Nos habían dado 20 lugares y se realizó un concurso para repartir las plazas. Dicho concurso consistía en pensar: ¿Qué le preguntarías al presidente de EEUU?.
Mis preguntas fueron dos. La primera estaba relacionada con civil rights. Como cucquero y cacique, siempre me enseñaron –y siempre me preocupó– la inclusión que consiste en que cada persona “se sienta parte” de la comunidad a la que pertenece. Y eso solo se logra con la igualdad. Barack Obama, primer presidente de color de los EEUU, había hecho mucho para promover la igualdad en su país: programas como Equal-pay rules, Promise Neighbourhoods, Obama Care, entre otros. Pero, ¿puede sostener el día de hoy que cumplió con el sueño de Martin Luther King?.
Por otra parte, mi segunda pregunta estaba relacionada con un tema que nos afecta como argentinos: el acuerdo nuclear por Irán. Es un tema complejo, pero en pocas palabras podemos decir que ese acuerdo aprobado por el Consejo de Seguridad de la ONU habilita a levantar sanciones económicas impuestas a Irán por su actividad nuclear. Este hecho aumentará su desarrollo económico. Y, ¿qué tiene que ver esto con Argentina? Bueno, Irán financió a Hezbollah durante muchos años y Hezbollah es uno de los acusados de los atentados a la AMIA en 1994…
Volviendo a aquel día, tuve que salir muy temprano por los problemas de transporte. El evento era en la Usina del Arte, ubicada en el barrio porteño de La Boca. En las calles, toda la gente hablaba del tema e incluso el paisaje estaba teñido de los colores de ambas naciones. Al llegar, muchos guardias de seguridad te revisaban en distintas etapas hasta que llegabas a un control, similar al de un aeropuerto, y, una vez que lo pasabas, te dejaban entrar.
En el recinto, sonaba un lindo tango de Gardel. De repente, a las 15.40, la música se corta de repente. Le dan la bienvenida a una joven emprendedora llamada Celeste, quien –a su vez– pronunció las palabras mágicas: “Please, welcome the President of the United States, Barack Obama”. Suena la típica marcha estadounidense y entra la persona a la que llamé hace un rato “el hombre más poderoso del mundo”. Independientemente de la diversidad de ideologías, la audiencia fue cálida.
Pero no fue eso lo más sorprendente. Lo que más me impactó fue cómo ese hombre, “el más poderoso del mundo”, se dirigió hacia nosotros. Fue cálido, cercano y carismático. Respondió todas las preguntas en un lenguaje sencillo, claro y libre de tecnicismos. Su discurso hizo énfasis en la necesidad del diálogo, de la cooperación y de la solidaridad de los pueblos. Quizá las siete preguntas que alcanzó a responder no fueron las más desafiantes, pero él las respondió extendiéndose incluso en lo que no le pedían. A lo que quiero llegar es que, en esa charla, pude y me atrevo a decir que todos pudimos sentirnos pares de Barack Obama, una persona a la que él poder –y esto hay que destacarlo– no le hizo perder la humildad ni le hizo olvidar sus orígenes. Quizá el concepto les recuerde al CUC…
Finalmente, cuando terminó la charla, todos pensamos que eso había sido todo. Sin embargo, Obama bajó del escenario en el que se encontraba, caminó entre la gente y nos saludó personalmente. Sus guardias, nerviosos, intentaban detenerlo a la par que gritaban: “no selfies, no selfies”. Y, así como vino, se fue. Y volvió el tango. Y un cucquero conoció al presidente de los EEUU.