La Universidad Nacional de Cuyo realizó un acto en conmemoración del día del Veterano y de los Caídos en la guerra de Malvinas y para ello invitó a algunos estudiantes de sus colegios secundarios para que expusieran sus conocimientos delante de las autoridades de esta casa de altos estudios. Representando al colegio, Julieta Beguier leyó una producción propia denominada "Autobiografía de las Malvinas".
En esta oportunidad estuvieron presentes las autoridades de la UNCuyo, encabezadas por el rector universitario. También participó la directora del Colegio Universitario Central Lilian Montes y los rectores de universidad Regional Mendoza de la UTN, Juan Agustín Maza, Mendoza, Aconcagua, Champagnat, Congreso y Católica Argentina e Instituto Argentino de Relaciones Internacionales
Además, realizó una exposición el ex embajador argentino en el Reino Unido Osvaldo Narciso Mársico quien se desempeña en la actualidad como Director Nacional de Malvinas en Islas del Atlántico Sur de Cancillería.
"Hay que tener en cuenta que la historia del reclamo por Malvinas es anterior a 1982. Tiene más de 180 años y nace desde la ocupación británica en 1833. Tener en cuenta esto hace a la fortaleza del reclamo", dijo Mársico en su introducción al tema y remarcó: "Es importante preguntarse cuáles son los motivos, principios y fortalezas que hacen que el reclamo esté vigente. Nuestro reclamo debe ser fuerte para que persista".
Historia de vida
Julieta Beguier, de quinto Arte Multimedia A leyó la "Autobiografía de las Malvinas" en las que hizo un repaso por la historia de las islas como si estas pudieran hablar de si mismas. Fue un punto de vista interesante, que fue aprobado con aplausos tras su lectura.
A continuación compartimos el trabajo de Julieta.
Autobiografía de las Malvinas Siempre fui muy codiciada, aunque nunca supe la verdadera razón. Muchos hombres, ciegos ya por la avaricia, juraron a muerte ser mis dueños. Estaban tan convencidos y cegados por su convicción que hasta dieron sus vidas por ella, aunque no siempre voluntariamente. Corría el año 1982 cuando se desencadenó el infierno terrenal en mis dominios. La mañana del 2 de abril, muchos estudiantes argentinos ingresaron a sus aulas y se sorprendieron al ver numerosos pupitres vacíos y un silencio que presagiaba lo peor. No fueron los únicos sorprendidos, ya que yo esperaba hombres adultos y sumamente entrenados. Imaginen mi sorpresa cuando vi llegar a ese montón de jóvenes muchachos, recién arrebatados de sus hogares e inexpertos en la vida. En sus ojos pude ver tantas cosas… las lágrimas y desesperación de sus familias al despedirse como si fuera el último adiós, los eternos abrazos que prometían tantas cosas que nunca llegarían a cumplirse, el desconcierto de los inexpertos que llevan la carga de miles de vidas encima. Pero aquello que más delataban sus miradas era el miedo a estar pisando la tierra que los vería morir sin haber llegado a vivir ni siquiera la mitad de sus vidas. Los escuchaba hablar muy seguido, los jóvenes soldados no tenían consuelo ni siquiera de su propio bando. Incluso sus propios superiores les arrebataban las ganas de vivir despreciando su existencia con crueles palabras y despiadadas acciones. Se instalaron aquí 74 días, cada hora y cada minuto era más insoportable que el otro. A medida que pasaba el tiempo me veía cada vez más cubierta de sangre, lágrimas, cadáveres y esperanzas marchitas. Los resultados eran evidentes. Esos pobres inexpertos que se hallaban en el umbral entre la adolescencia y la adultez no tenían nada que hacer contra esos fuertes hombres del otro continente. Tal vez lo único que mantenía despiertos a aquellos que venían de Argentina era la vaga ilusión de que volverían a los brazos de sus seres queridos. Pero esa esperanza era acallada todos los días por las balas y los disparos. Muchos lloraban junto a los cadáveres de sus amigos, sufrían la pérdida solos y en medio de un caos. La crueldad y necedad con la cual luchaban por proclamarse mis propietarios oficiales llegó a sorprenderme varias veces. Me daba la sensación de que había ocasiones en las que ni siquiera sabían la razón por la cual se mataban entre sí pero sólo lo hacían porque les habían dicho que lo hicieran. Pasaban a ser marionetas de otras personas que se encontraban en otros lugares y los habían enviado a pelear en su nombre. Qué injusticia la de la raza humana, dejar que alguien más derrame su sangre para defender un ideal ajeno. A cada momento, la situación empeoraba hasta que, un 14 de Junio, los soldados argentinos, ya desnutridos y moribundos, recibieron la orden de rendirse ante sus oponentes. No hubo ni habrá palabras para explicar las emociones del momento. Se oían gritos de alivio: ¡Salgan muchachos, que se terminó todo, nos vamos al fin! Era la felicidad de llamarse a sí mismo sobrevivientes de la masacre, de ser parte de los pocos afortunados que pisarían su patria otra vez. En sus mentes ya afloraba la imagen de los reconocimientos que los esperaban en casa. Pero, tanto ellos como yo, éramos conscientes de sus vidas nunca volverían a ser las mismas luego de los horrores presenciados en el campo de batalla. Una vez más, me sorprendió la indiferencia de la raza humana cuando los chicos llegaron, muertos de hambre y con ganas de dormir hasta no poder más y no habían aplausos, ni reconocimientos, ni palabras de agradecimiento. Fue como si nada hubiera pasado, como si los corazones de muchos soldados no hubieran dejado de latir y las lágrimas se hubieran evaporado. Tiempo después, decoraron mi superficie con 237 cruces y tumbas blancas para honrar a los victoriosos caídos en la guerra. Abracé a los muertos en mi tierra que juraron con gloria morir y, desde ese momento, descansan en mi seno. Me pregunto si los hombres comprendieron lo inútiles que las guerras son al provocar la matanza entre hermanos. En su tierra pocos los recuerdan a diario, la mayoría se limita a hablar sobre ellos un día al año en el que todos hacen memoria. Pero un solo día no alcanza para que ellos se vean envueltos en la gloria que merecen por sus hazañas. Hace falta recordar los valores por los cuales ellos dieron su vida y tratar de aprender de sus experiencias para que nunca más se produzca semejante aberración como la que ocurrió aquí hace ya 35 años. |
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Dos posibles proyectos
A 35 años del conflicto bélico, el rector Daniel Pizzi se refirió a la cuestión Malvinas no sólo como una causa nacional y una reivindicación histórica, sino también como un desafío intelectual para la interacción de las variables que hacen al deber ser de la Universidad.
Con respecto al Observatorio explicó: “Apostamos con este equipo a generar masa crítica que de manera transversal aporte conocimientos y genere conciencia con base científica sobre los argumentos que durante años Argentina ha desarrollado para consolidar su posición tanto ante los organismos internacionales como en el debate público sobre su incesante e incansable reclamo de reivindicación soberana”.
Además, adelantó que hay dos proyectos en carpeta para llevar adelante. Uno consiste en avanzar en la “territorialización del Observatorio”, como respuesta a un pedido de cooperación de parte de los municipios. “Mendoza hizo un aporte importante a esta gesta y estamos terminando un relevamiento de las personas que participaron en los municipios y vamos a abrir el Observatorio al resto de los departamentos de la Provincia” comentó. Otro es una convocatoria para que investigadores aporten trabajos, estudios, capacitaciones y reflexiones que amplíe la dimensión de Malvinas más allá del acto bélico en sí.
Los motivos de la vigencia del reclamo de soberanía
Mársico enfocó su presentación en los motivos o principios para que esta disputa, que comenzó en el siglo XIX, persista hasta la actualidad. En ese sentido, ubicó cuatro cuestiones. Primero la “protesta”, porque “Argentina nunca consintió la ocupación británica” y mantuvo firme el reclamo de soberanía por la vía jurídica y diplomática, para interrumpir la hipótesis de prescripción adquisitiva.
Segundo, por tratarse de un “caso colonial especial en donde subyace una disputa de soberanía y no territorial o fronteriza” y el hito lo marca la resolución 2065 de la Asamblea General de Naciones Unidas.
Tercero, la “población o los isleños” frente a la cual Argentina pretende respetar sus intereses y modos de vida, a partir de distintos sistemas de salvaguarda que reconocen su identidad (idioma, religión, etc.), con la hipótesis de que se trata de una población implantada, transplantada, o sea una “población artificial”, es decir, conservada de manera expresa por la potencia ocupante a través de las políticas migratoria y de adquisición de tierras o propiedades.
Y por último, el cuarto motivo es la “voluntad gubernamental de solucionar pacíficamente la disputa” y de discutir la soberanía, los recursos naturales y las vías áreas.
Mársico también subrayó el valor de lo multilateral para mantener viva la disputa. Explicó que frente a la posición británica de que “la guerra concluyó el debate y que lo único que hay que discutir son aspectos prácticos", por caso hidrocarburos, vuelos, recursos pesqueros, etcétera., "sirve decir siempre lo mismo" ante organismos como la ONU, la OEA y en los Foros Internacionales porque “es necesario reafirmar que existe una disputa de soberanía que debe ser resuelta por medios pacíficos”.
Por último, en cuanto a la relación bilateral, se refirió a un acuerdo firmado con el Reino Unido que representa “un primer entendimiento en más de 15 años” en un camino para “reconstruir confianza y generar diálogo”. Este año se llevará adelante un proceso de identificación de las 123 tumbas ubicadas en el cementerio argentino de Darwin.
La iniciativa se remonta al 2012, involucra a ambos países y a un equipo forense de la Cruz Roja, y persigue fines absolutamente humanitarios y no políticos. “Es una deuda con los familiares que tienen el derecho a la identidad y a la verdad” concluyó el ministro de Cancillería.