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Día de los adolescentes y los jóvenes por la inclusión social y la convivencia

La fecha fue elegida en recuerdo del natalicio de Ana Frank, conocida mundialmente por su diario íntimo, escrito durante el nazismo.

imagen Día de los adolescentes y los jóvenes por la inclusión social y la convivencia

Fuente: www.annefrank.org

Según consigna el centro cultural Anna Frank, en diciembre del 2012 se aprobó la ley nº 26.809 que declaró el 12 de junio “Día de los adolescentes y jóvenes por la inclusión social y la convivencia contra toda forma de violencia y discriminación, en conmemoración al natalicio de Ana Frank“.

Esta ley es un valioso aporte a la estrategia de continuar educando en la memoria, empoderar a los adolescentes, articulando los aprendizajes del nazismo y la dictadura en nuestro país, con el compromiso activo de habitar y defender los Derechos Humanos en nuestros días. El día fue aprobado en su momento en ambas Cámaras por unanimidad.

A continuación, compartimos la experiencia de un egresado del CUC en 2001, Nacho de la Rosa, quien visitó la casa de Ana Frank, en Amsterdam, Holanda. 

No recuerdo con exactitud cuando fue la primera vez que oí hablar de Ana Frank, pero tengo en claro que fue cuando estaba en la primaria y todavía no había cumplido la edad que tenía ella el día en que fue asesinada junto a parte de su familia: 15 años.

No fue en el ámbito escolar en el que me introduje en su historia, sino que vino por parte de mi familia la presentación de esta niña holandesa y su terrible historia, más precisamente cuando mi abuelo materno pasaba tardes enteras contándome la historia de padecimiento de varios de sus amigos a quienes había conocido luego de que éstos llegaron a Argentina huyendo del Holocausto.

La historia de Ana fue lo primero que se grabó en mi memoria de aquellos nefastos años en esa parte de Europa y sin lugar a dudas lo que más me impactó. Más teniendo en cuenta que se trataba de apenas una niña y que su diario -en el que ella contaba detalle a detalle cada uno de sus días sentenciados a la clandestinidad- terminaría por ser un invaluable tesoro para la literatura y la historia universal.

Con los años, ya en la secundaria, fui aprendiendo más sobre la familia Frank, el contexto internacional y el día a día de la pequeña. Hasta recuerdo que leí y estudié varias veces fragmentos del diario (incluso traducido al inglés para rendir exámenes de esta materia).

Pero todo eso pasó a ser apenas un detalle el día que pisé la antigua casa de la familia en Amsterdam, que hoy es un museo y forma parte del triste testimonio vigente que nadie logró silenciar de aquellos años (afortunadamente). Cada una de las líneas descriptas por la pequeña Ana, renglón tras renglón, se hacen realidad cuando uno recorre hasta el último rincón del  mínimo departamento ubicado en la capital holandesa.

Pero no solo de la casa "oficial" -que por aquellos años era conocido públicamente como un comercio ubicado en la parte baja-; sino de aquel mundo oculto que se escondía detrás de un mueble, de aquello que aparentaba ser una simple biblioteca de madera. Los manuales de historia podrán hablar de este sitio como un escondite, pero con sólo leer lo que Ana escribió de su puño y letra entendemos que fue todo el mundo en el que vivió desde que la persecución a los judíos recrudeció en Amsterdam, y hasta que final y tristemente fue descubierto por oficiales nazis en 1944. Los últimos días de Ana transcurrieron en un campo de concentración, hasta que fue asesinada en 1945.

Esta sofocante sensación se vuelve aún más intensa al estar parados en el mismo suelo en que la niña debía tener cuidado hasta de la intensidad con que inhalaba y exhalaba, o al tomar conocimiento de que la familia sólo podía ir al baño y usar el agua en aquellos horarios en que más poblado estuviese el comercio ubicado en la planta baja. Es que mientras más gente y sonido de ambiente hubiese en el lugar, más desapercibidos pasaría el ruido que hacía el agua fluyendo y recorriendo las cañerías.

El legado de Ana Frank es imposible de valorar en lo que se refiere a los documentos testimoniales del Holocausto y al padecer de todos los judíos en estos años. Y su diario -que publicó su padre Otto en 1947- constituye una de las joyas literarias más importantes a la hora no sólo de analizar la historia universal, sino desde el punto de vista de la libertad de expresión y el estudio del periodismo.

 

 

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