Acerca de los desafíos que enfrenta actualmente la salud mental infanto juvenil se propone reflexionar la médica psiquiátrica Yemina Marzetti, a propósito de una formación de posgrado que en mayo comienza en la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO).
Uso oportuno de psicofármacos en la infancia y adolescencia se titula la propuesta ideada por la Facultad de Ciencias Médicas (FCM) —ver más detalles aquí—. Como profesional del campo de la psiquiatría infanto juvenil, Marzetti se adentra en el tema y subraya la importancia de una buena evaluación y un tratamiento oportuno, que tome en cuenta los miedos y las ansiedades que despierta el uso de psicofármacos en niños y adolescentes.
Ante un contexto actual de crisis, volátil y de mucha incertidumbre, la médica psiquiátrica sostiene que es importante contar con un entorno favorable, con un grupo de pertenencia que ayude a gestionar las emociones, con instituciones como la escuela, principalmente, que tiene un rol fundamental en la vida de las infancias y adolescencias, y contar con una comunidad que acompañe, que entienda.
Un dato no menor: en la adolescencia, el área que ayuda a controlar los impulsos termina de desarrollarse entre los 19 y los 24 años. “Si sabemos que durante esta etapa, las áreas que nos ayudan a regularnos, a vincularnos socialmente, a gestionar las emociones cuando estamos frente a problemas importantes, todavía está en ese desarrollo, bueno tenemos preguntas importantes ahí, de contexto. Necesitamos entornos que acompañen más, que contengan más, y no en esa tensión permanente”, subraya.
Los diagnósticos más frecuentes por edades
En el inicio temprano, en la primera infancia, se dan trastornos del neurodesarrollo, principalmente, el espectro autista.
“Se presentan muchas veces como un retraso en la adquisición del lenguaje: niños que no hablan o que no o que tienen dificultad para comunicarse. Se hace una evaluación con un equipo interdisciplinario y muchos de esos niños llegan a tener el diagnóstico de trastorno del espectro autista”, explica Marzetti.
En la edad escolar un motivo de consulta son los trastornos de conductas. Por eso se evalúa, principalmente, el contexto educativo, familiar y social para definir las causales y se hace una evaluación más profunda, tanto de salud mental como neurológica, para descartar distintos tipos de cuadros. “La mayoría de las veces hay factores del entorno que condicionan estos trastornos conductuales. En estas edades, son pocos los cuadros que podrían ser una depresión infantil o un trastorno psicótico”, agrega la médica.
Antes de los 12 años aparecen los trastornos de ansiedad. Según Marzetti, un 20% de la población infantil tuvo en algún momento algún síntoma correspondiente a trastorno de ansiedad. “Son cuadros que muchas veces no son diagnosticados pero sí generan mucho sufrimiento y afectan la calidad de vida de los niños. Se pueden abordar y acompañar de forma interdisciplinaria con tratamientos psicológico, psicoterapéutico y si es necesario con psicofarmacología”, señala la médica, al tiempo que advierte sobre la importancia de detectar y derivar para un tratamiento oportuno que disminuya el padecimiento.
Ya durante la adolescencia son más frecuentes los cuadros depresivos y de acción suicida —hubo un gran aumento después de la pandemia—.
“Los adolescentes, en general, tienen una presentación de personas sanas, pensándolo de manera integral, y la primera causa más frecuente de muerte en la adolescencia son los accidentes de tránsito, muchas veces asociado al consumo de sustancias y alcohol; la segunda, los suicidios. Por eso es muy importante la detección oportuna y recomendar tratamientos, tanto el psicoterapéutico como el farmacológico cuando es necesario”.
El inicio de un tratamiento psiquiátrico
Marzetti explica que estos diagnósticos se trabajan de manera interdisciplinaria: desde la pediatría, la psicología, la fonoaudiología, la psicomotricidad, la terapia ocupacional, la neurología y la psiquiatría infantil.
En este punto, advierte la importancia del rol del psiquiatra infanto juvenil ya que tiene una formación en salud mental infantil, en desarrollo infantil, en neurobiología y en psicofarmacología, aparte de otras estrategias terapéuticas. “Cuando uno piensa en psiquiatría infanto juvenil, no es asociarlo directamente a psicofármacos”, afirma y aclara que se trabaja en coordinación con las otras terapias para mirar de manera integral el desarrollo de los pacientes. “Es evaluar el contexto, evaluar el desarrollo y de ahí hacer un análisis de por qué está presentando los síntomas o el cuadro clínico que presenta”, agrega.
En ese marco se elaboran los planes de tratamientos, que son interdisciplinarios y que muchas veces necesitan incluir lo psicofarmacológico. “En estos diagnósticos, que están siendo cada vez más frecuentes, el inicio temprano de tratamiento adecuado mejora el pronóstico y muchas veces impacta en la calidad de vida”, asegura.
Creencias sobre la medicación psiquiátrica infanto juvenil
El uso de psicofármacos en infancias y adolescencias está probado científicamente y tiene indicaciones según la edad, el cuadro clínico y las condiciones comórbidas.
“Si el paciente toma otra medicación, si tiene otra enfermedad, hay que tenerlo en cuenta para poder indicar el mejor psicofármaco para cada caso”, replica Marzetti.
Además, considera que, como cualquier otro fármaco, puede generar efectos adversos en el corto, mediano y largo plazo pero si está indicado por un equipo idóneo y se hacen los controles pertinentes, esa posibilidad es mucho menor. Porque se trata de una medicación que se controla, se supervisa, que se va vigilando, lo cual mejora la adherencia al tratamiento, da seguridad a la familia.
“Es muy difícil para las familias cuando se indica un tratamiento psicofarmacológico, pero cuando les explicamos cuál es el plan terapéutico, que alternativas tenemos, qué riesgos, qué beneficios tendría y cómo impactaría según la evidencia científica el inicio de ese tratamiento en el paciente, y la decisión se toma en conjunto con la familia, es un tratamiento que probablemente tenga un pronóstico mucho más favorable que una indicación aislada de un psicofármaco y sin tener una consulta con la familia, informando, empática, entendiendo los miedos que genera y las ansiedades que despierta el uso de psicofármacos en niños y adolescentes”, se explaya la especialista.
“Cuando hacemos una muy buena evaluación, cuando hacemos una evaluación en equipo interdisciplinario con otros profesionales, cuando contemplamos los distintos contextos en los que está el niño o niña o adolescentes, cuando incluimos a la familia o al referente adulto, el referente afectivo, el cuidador primario de ese paciente en el plan de tratamiento, explicamos los riesgos, y los beneficios, y el impacto que tendría en mejorar la calidad de vida de ese paciente, y controlamos muy de cerquita, por si aparecieran efectos adversos, ese es un buen camino que nos va a llevar, muy probablemente, a buenos resultados”, enfatiza.
La formación con otros y la mirada integral
En la visión de Marzetti, la psicofarmacología infanto juvenil es un campo complejo en el que hay que tener, primero mucho estudio, segundo saber analizar muy en detalle la evidencia científica para poder tomar buenas decisiones clínicas como médicos al momento de indicarle al paciente una medicación.
Pero esa indicación no se hace de forma aislada: “El psiquiatra infanto juvenil está formado en salud mental, está formado en aspectos emocionales, en cómo, con quién, dónde crece y se desarrolla ese niño, niña o adolescente, y cómo influyen los factores socio ambientales, los factores contextuales y cómo incluirlos dentro de un plan de terapéutico, porque muchas veces no es necesario el psicofármaco, sino que es necesario evaluar y acompañar y mejorar aspectos del contexto”.
A su entender, la mirada del psiquiatra infanto juvenil aporta más allá de la neurobiología o de la indicación del psicofármaco aislado. Y el trabajo en equipo es el plus: “Los psiquiatras infanto juvenil nos formamos, nuestra formación en la residencia es en equipo interdisciplinario, y eso hace que nuestra mirada hacia el paciente también sea una mirada integral”, concluye la experta de la UNCUYO.